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Érase una vez un mal ejemplo televisivo

En los últimos meses me he dedicado en cuerpo y alma a disfrutar de la célebre serie de TV llamada Mad Men, ambientada en los años 50's, tocando temas que hasta hoy en día resultan potencialmente escandalosos, con un drama a flor de piel por cada memorable capítulo. Menos mal he dejado de ser tan corruptible o seguro a estas alturas ya sería fumadora potencial o alcohólica. En todo caso, aquí el personaje principal es un precioso hombre y seductor hombre llamado Don Draper (Jon Hamm) cuya vida gira alrededor del trabajo, el ron, los gritos y por supuesto, las mujeres. Oh, vaya que este sujeto adora las aventuras con atractivas mujeres tanto, aunque no más, de lo que ellas lo adoran a él. Cuando inicia el primer episodio conoces su vida, sus compañeros de trabajo, todo su ritmo. Lo ves yendo a buscar a su primera chica, la cual en un abrir y cerrar de ojos logra llevarse a la cama. Yo, como una espectadora soñadora, cursi y tal vez algo básica, me sentí conmovida por su conexión, la belleza con la cual degustan su compañía y yo sin saber nada del protagonista, quería verlo felizmente casado con esa mujer con quien parecía tener tanto en común. ¿Cómo Don podía seguir soltero? Era un sueño, tan carismático, varonil, seguro de sí mismo y hasta cierto punto un cabrón adorable. Por ello, al llegar la escena final y conocer a Betty Draper (Felicity Jones), comencé a odiarlo como si me hubiera traicionado. Dos segundos después lo puedes ves yendo al cuarto donde la pequeña Sally y Bobby Draper duermen al no poder esperar más tiempo para saludar a su puto padre. El capitulo recuerdo terminarlo boquiabierta. En verdad me lo tomé muy, muy, muy personal.
Cabe mencionar llevo ya más de la sexta temporada y sigo sufriendo con todas las decisiones que Don ha tomado a lo largo de estas.

Bien, ahora, luego de toda esta introducción puedo resumir que he dejado de creer en el matrimonio gracias a Don Draper. Y gracias a mi misma también por supuesto. Como antes dije, soy una persona "influenciable", en especial por la palabra o acciones de quienes admiro. En este caso me dejé seducir por la oscuridad del personaje principal de Mad Men y por su atributo más característico: ser un mujeriego. Sí, me busqué múltiples parejas sexuales, algunos quedaron solo como aspiración, otros pocos más si se consolidaron, pero hay uno en particular con quien hoy a la fecha, y de cierta forma me he "establecido" (sí es que a un amorío se le puede llegar a considerar así) por que nuestros encuentros se han ido prolongando desde hace ya casi dos meses. Y, ah, el hombre en cuestión está casado. ¡Si, casado! ¡Ja! ¡Con una Megan Draper en casa! En un comienzo no me importo, no bajo mi mantra de "yo no hago nada malo, yo no tengo ningún compromiso, yo no tengo que responder ante nadie si esto sale terriblemente mal". ¿Cuantas veces me lo dije? No lo sé, supongo lo suficiente para que dejara de surtir efecto y la culpa comenzara a comerme por dentro. En teoría mi mantra tenía razón parcialmente por supuesto pues sí lo pienso con el detenimiento de ahora (que se ha alejado de la emoción inicial) yo tomo parte de cierta forma de la responsabilidad al acceder a esto. Quizás si no tuviera acceso a su perfil en fb, a su información, las fotografías con su esposa (las de boda incluidas), los mensajes profesando amor perpetuo, likes, etc., el remordimiento y el coraje serían menores (tal vez inexistentes). Estos sentimientos, aclaro, no nacen por que yo "quisiera tener lo que ellos tienen" (yo puedo conseguir esto con alguien que no sea él), sino porque ¡estoy siendo participe de una hipocresía! ¿Cómo puedes decir que la amas, pero mantienes una doble vida? ¿Para que adquirir un compromiso de esa magnitud si no será respetada? En principio imaginé ambos tendrían algún tipo de acuerdo, tal vez ella por su parte también podía buscar una fuga a su libido, algo por el estilo como que de cierta manera estuviera enterada, sin embargo a estas alturas me doy cuenta no es así. O no lo sé, algo en mi continúa esperanzada con así sea para seguir en esto sin sentirme tan mal. No sé si por ella, o por mi. Es confuso. En todo caso me crean una ansiedad marca diablo que ha logrado ya no hacerme disfrutar del sexo con él, ni de sus mensajes o peticiones perversas. Solo me emociona ligeramente la idea de coger por los beneficio que me traen a nivel fisiológico (piel tersa, sensación de alivio, ¡endorfinas liberadas!), o simplemente también por tener algo emocionante que hacer los fines de semana (esas escapaditas nocturnas son deliciosas sea como sea).
¿Qué rayos hago yo en algo que no disfruto entonces? Cielos que no lo sé, estoy intentando alejarme a estirones, no lo busco (tampoco es lo hiciera mucho al principio para evitar involucrarme a nivel emocional), pero tampoco lo ignoro del todo pues aun respondo a sus mensajes o los planes para encontrarnos.

Tal vez, así como Don tuvo que sincerarse con la Dra. Miller, es tiempo de que yo también lo haga.

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